En España y algunos países de Sudamérica le llaman chapa, en Panamá se le dice platillo, en Colombia tapa, y en México la conocemos como corcholata.
En realidad se llama tapón corona y le empezamos a llamar corcholata porque en el pasado llevaba en su interior un empaque de corcho que servía para evitar que se formara óxido en el metal o lata.
En 1892 el irlandés William Painter presentó la patente de este objeto y funda Crown Cork & Seal Company de Baltimore. Para 1898 presentó el primer syruper-crowner que le permitía a un operador llenar y tapar 24 botellas por minuto.
El tapón corona remplazó a los tapones de corcho en 1903, cuando las bebidas carbonatadas comenzaron a tener mayor demanda en Norteamérica y se utilizaron botellas de vidrio para su distribución y venta, se requería de una tapa o tapón seguro y práctico. Su introducción al mercado generó una reducción en los gastos de producción, al ser hermética y de una sola pieza, que además ayudaba a conservar el sabor y características de los líquidos en la botella.
La prueba de fuego fue superada por el tapón corona cuando se probó en botellas de cerveza, las cuales fueron transportadas por varias semanas sin sufrir percances. Este hecho impulsó la industria de embotellamiento que continúa hasta el día de hoy.
Algunos diseños que se plasman sobre las corcholatas son muy elaborados, tanto que se vuelven objetos de colección, a nivel mundial los coleccionistas venden e intercambian corcholatas por todo el planeta. También algunos tapones corona cambian de color con la temperatura para indicarte cuando tu bebida está fría y lista para beberse.
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